Me dijiste que se acabó. Cuanta tristeza pueden esconder dos
simples palabras. Despúes de eso lo veía todo en blanco y negro, y si alguien
me decía que después de la lluvia podía salir el arcoíris yo les decía que eso
ya no me importaba. Todo siguió como hasta entonces, pero con mucho menos
sentido, y aunque era pleno verano, tenía frío porque tú ya no estabas en mi
cama para abrazarme por la noche.
Los viernes pasaron a parecerse a los domingos, y ya no solo
odiaba los lunes, sino todos y cada uno de los días.
Aún recuerdo cuando me mirabas y sonreías, o me hacías
cosquillas. Fue una bonita forma de decirme que me querías sin palabras, y
después de todo supongo que lo hiciste, por eso me mentías. Solo cuando dejaste
de hacerlo me dijiste la verdad. El problema es que yo te quería tanto que
habría preferido mil mentiras más. O no. Ya dudo de las posibilidades, porque
cuando algo que creías bonito muere, la esperanza también lo hace. El reloj se
me ha quedado parado, siempre llego tarde, incluso a la vida, y ya no se pueden
cambian las cosas.
Es probable que nos encontremos en otra vida, y espero que
en esa, ya no siga queriéndote.